Abro el correo electrónico y en la bandeja de entrada me esperan treinta mensajes entre signos de admiración y mayúsculas. Es lo que viene siendo habitual desde que hemos recibido la visita del SARS-CoV-2, un virus lento de frenar pero rapidísimo para sacudir la vida de millones de personas y poner patas arriba la economía mundial.
Entre todos esos mensajes, uno me llama la atención. Empieza con un: «Disculpe mi ignorancia…» y, lo que sigue, va cargado de preocupación. El responsable de una oficina está angustiado porque debe incorporar a los empleados del departamento y no sabe qué mascarilla debe proporcionarles. «Dudo entre las mascarillas quirúrgicas o las mascarillas FFP2 «, dice.
¡Ahora, quien siente un vuelco al corazón soy yo! Sé la angustia por la que están pasando muchos responsables de departamentos presionados por la necesidad empresarial de reanudar su actividad. Por el otro lado, la presión les viene por parte de los trabajadores quienes exigen (y así debe ser) su protección. Temo provocarle una crisis de ansiedad si le digo que ninguna de ellas está específicamente detallada para su caso en particular según los criterios de las autoridades sanitarias quienes hablan de mascarillas para la población sana, para los que pueden contagiar o para los profesionales sanitarios.
Pero, ¿cómo sabe uno si está sano sin haberse realizado ningún test? Son varios casos los de personas asintomáticas que sin embargo están contagiadas y pueden transmitir el virus sin ser conscientes.
Como es habitual, la mejor herramienta es la información en la dosis, claridad y utilidad adecuadas para cada realidad. Es decir, llevar las generalidades al ámbito particular.
Si bien es cierto que existe una legislación en materia de Prevención, Seguridad y Salud en el trabajo en nuestro país, a menudo, su implantación es difícil o simplemente no se aplica. Y es así porque no se entiende, resulta confusa, poco aplicable en ámbitos concretos y es percibida como un conjunto de órdenes a acatar, que cuestan dinero y que complican la vida tanto al trabajador como al empresario.
¡Y ahora aparece el coronavirus! Campa a sus anchas, manteniendo a la Prevención y Salud laboral en jaque y a un exceso de información demasiado general y cambiante que satura y paraliza.
El caso del angustiado cliente y las mascarillas es un ejemplo. La misma OMS ha sido reticente al uso de mascarillas en toda la población aunque en alguna ocasión también ha manifestado que «podría no ser una mala opción». Esto puede resultar contradictorio para más de uno que, ante la duda, ha asaltado las farmacias y ha acabado con las existencias de estos dispositivos. ¿El problema? Hay miedo, incertidumbre y el resultado puede ser catastrófico con la desescalada y la reincorporación de personas a sus puestos de trabajo.
Llevar mascarilla no es la única medida importante para prevenir la COVID-19 en la oficina
Es una medida complementaria, sí. Pero no reemplaza las medidas preventivas establecidas por las autoridades sanitarias en el puesto de trabajo:
- Evitar aglomeraciones. El teletrabajo y las videoconferencias pueden ser una buena alternativa a las reuniones presenciales.
- Distanciamiento físico entre personas (2 metros) que comparten espacio común.
- Higiene frecuente de manos principalmente con agua y jabón (el uso solución hidroalcohólica como añadido) y secado con papel. La empresa debe garantizar el aprovisionamiento de dichos productos y materiales.
- Evitar tocarse la cara, los ojos, la nariz y la boca. Toser y estornudar en la parte interior del codo.
- Higiene de superficies de trabajo frecuentemente con productos de limpieza de uso común autorizados.
- Ventilación de las estancias abriendo las ventanas. Ni los aires acondicionados ni los purificadores matan ni eliminan el virus.
Sin embargo, el Ministerio de Sanidad hace referencia al uso de mascarilla en el trabajo, en personas sanas, en el caso de no poder garantizar la distancia de seguridad. De cómo se usen y manipulen, dependerá que sirvan para reducir la propagación del virus o agraven el riesgo de contagio. En el ámbito laboral que aquí nos compete, la responsabilidad es tanto de las empresas como de los trabajadores.
O nos lo tomamos con responsabilidad, o corremos el riesgo de que nos manden a casa. ¡Otra vez!
Tipos de mascarillas: conceptos básicos para el entorno de trabajo
- Las mascarillas filtrantes (FFP2 y FFP3): Filtran el 92% y el 98% respectivamente. Son capaces de filtrar el virus de dentro hacia fuera y de fuera hacia dentro. Son de uso primordial recomendado para profesionales sanitarios y personas con patologías previas para evitar el contagio. Este tipo de mascarilla sí es un EPI (Equipo de protección individual), es decir, protege al portador de la mascarilla.
- Las mascarillas quirúrgicas o médicas: son una barrera de contención para que las microgotas que producimos al toser, estornudar o al hablar no salgan despedidas e impacten en otras personas. Filtran el virus de dentro hacia fuera pero no de fuera hacia dentro. Por eso no pueden considerarse EPIs, porque no protegen a quienes las llevan de un posible contagio. ¿Y el color de sus dos caras? No es un capricho del fabricante sino que cada uno de los lados de estas mascarillas están hechos de materiales con una función determinada. La cara de color, generalmente, azul o verde es impermeable y debe ir hacia el exterior. La de color blanco absorbe la humedad y debe colocarse hacia adentro.
- Las mascarillas higiénicas: no son mascarillas médicas, no están estandarizadas y no son de uso para profesionales sanitarios. Suelen ser fabricadas con una o más capas de material textil o papel. Su uso es recomendado para el ciudadano sano de a pie y que no entre en los criterios de vulnerabilidad.
En cualquier caso, lo más importante al elegir la mascarilla que más se adapte a la necesidad de un puesto de trabajo en concreto, es cómo usarla y manipularla correctamente.
Reflexión de SLT (Salud Laboral para Todos):
- La tan deseada incorporación a la vida laboral tras el confinamiento requiere un gesto de responsabilidad individual. Usa el tipo de mascarilla que realmente necesitas, cuando la situación lo requiera y de manera correcta. La mascarilla quirúrgica puede resultar la mejor opción en un puesto de trabajo donde pasas varias horas en un entorno con otras personas (ya sean compañeros o clientes).
- Las empresas deben garantizar la seguridad y salud de sus empleados. Tener contratada la prevención solo es un trámite burocrático que no cumple su misión si no se hacen buenas evaluaciones de riesgos de los puestos de trabajo y exámenes de salud, fuentes de información para detectar si la actividad preventiva es mejorable y en qué punto.
- Tengamos conciencia de que los profesionales de la Salud son el colectivo más expuesto al riesgo de contagio por el nuevo coronavirus. Es prioritario que sean ellos quienes dispongan de marcarillas adecuadas (FFP2 y FFP3). Son sus EPIs y de ellos y usarlos correctamente depende la salud de todos.
Las buenas prácticas son la base para volver a la vida laboral de manera segura y sana tras el confinamiento. Ante la duda, preguntar a los profesionales prevencionistas y de salud laboral puede ser una fuente de información directa, sin tanto rodeo.